00 04/11/2013 18:30

LA HABANA, 29 de Octubre.- En el habanero barrio de Santos Suárez aumentan los casos de dengue en los alrededores del Hospital de Cocos y Rabí. Autoridades sanitarias inspeccionan y fumigan casa por casa para erradicar al mosquito Aedes Aegyptis, transmisor de esa enfermedad pero les ganan la pelea los salideros en las calles.

Al agua estancada o corriente en las calles no la tratan con productos para impedir que crie mosquitos y es falso el reporte de la mayoría de las fumigaciones de domicilios.

Según vecinos y médicos, frente al Hospital, en la calle Cocos, ocurrieron cuatro casos, otros en la calle Rabí a su costado, en sus alrededores, y en Cocos entre San Indalecio Y Santa Emilia, hubo dos: madre e hija embarazada.

Se habla de una manzana completa por la calle Encarnación donde los vecinos contrajeron dengue.

Hace un mes calculaban 50 casos de cólera en el barrio y ahora hay muchos casos de gripe, de uno se rumoró es influenza.

En medio de las epidemias disminuye el número de médicos y técnicos por los sucesivos envíos de este personal al extranjero.

La actitud popular es más de indiferencia fatalista que de alarma y existe resistencia a permitir las inspecciones sanitarias y fumigaciones a sus hogares.

Ello se debe a la frecuencia y horas impropias de inspecciones y fumigaciones, a que escasea el agua que entra en días alternos y la fumigación la contamina en sus vasijas, y a que enferma a los moradores, particularmente a los que padecen de problemas respiratorios y de la garganta.

Pero sobre todo al temor -fundado- de que los inspectores roben al descuido, asalten, exploren para robo posterior, o sean delatores o policías disfrazados -pues muchas personas viven de negocios ilegales y es práctica policial este disfraz para espiarlos sin orden de registro.

A que los fumigadores, agobiados de trabajo y aspirando química sin medios de protección, apremian a los vecinos y prefieren no fumigar y firmar el modelo burocrático como que sí fumigaron:
"Cuando venga el inspector dígale que fumigué", acuerdan con la vecina que se niega a fumigar en ese momento porque -por ejemplo- se acaba de despertar, está cocinando o se acerca la hora de acostar a los niños.

Los ciudadanos se quejan de que los inspectores pueden plantar larvas para imponer una multa o sonsacar un soborno por no imponerla. Es frecuente que -contra lo establecido- pretendan entrar dos inspectores en lugar de uno.

Muchos ocultan al médico sus estados diarreicos y febriles por miedo al ingreso hospitalario -ven con razón como algo terrible una estancia en el Hospital- también por obligaciones que los atan a la familia y por ahorrarse inspecciones domiciliarias enojosas.

De poco serviría si fumigaran e inspeccionaran con la regularidad perfecta, pues los salideros de agua limpia y fétida que recorren varias calles, los baches llenos de agua y las rajaduras en paredes y techos de edificios, donde se estanca el agua de lluvia, hacen insignificante la fumigación doméstica.

El secreto de las autoridades impide comprobar cifras de enfermos, pero los vecinos se comunican los casos de los alrededores.

A los médicos les prohibieron sus superiores diagnosticar cólera, paludismo e influenza, ingresan a los pacientes en los hospitales sobrecargados y expiden certificados mendaces por: "enfermedad gastro-intestinal" o "enfermedad respiratoria aguda".