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Bayamo ya no es la misma. Nació a la orilla de un río y acompañada de aborígenes. Luego la transformaron en villa un 5 de noviembre de 1513. A partir de ese momento sus pobladores se mezclaron, se juntó el español con el indio, más tarde llegó el negro y así surgió el bayamés.

Esa tierra con nombre aruhaco y europeo creció; dio vida a figuras ilustres de Cuba. Allí nació el Padre de la Patria, el Himno Nacional y los fervientes deseos de libertad. Un día, la ciudad fue quemada por amor y tal vez por desesperación, pues era preferible verla en llamas que tomada por quienes no la merecían. A pesar de ello resurgió de las cenizas como el ave fénix y volvió a brillar.

Atacada por los piratas y mucho tiempo después por los jóvenes del centenario. Rodeada de historias místicas que aún provocan temor. Observadora de fiestas populares, de su gente que la admira, de la risa, los coches, apodos, el helado, las visitas, los amores.

Bayamo se transforma y más que casas antiguas con techos de tejas, algunas calles empedradas; se realzan edificios, plazas, nuevos pensamientos, modas, se suman tradiciones, citadinos, colores, tecnología.

A 500 años de vida la Ciudad de los Coches, la Antorcha, la Monumento Nacional, quien inspirara a cantores y poetas; el lugar donde todavía el sol sale por el este y se esconde en el oeste, mantiene su estirpe y la frescura del primer momento de creada. Hoy solo se le felicita y reconoce a San Salvador de Bayamo, tierra de todos, quien ha vivido y sobrevivido para ser parte de la historia