00 21/04/2014 11:22


Desde sus inicios el reggaetón ha sido un género polémico que alcanzó a arraigarse entre la juventud. El público lo acogió y apoyó en lo que quizás fue un acto de rebeldía ante el rechazo mayoritario de la sociedad, comportamiento propio de la edad dirían algunos.
El debate con argumentos a favor y en contra ha sido recurrente en radio, televisión, prensa escrita y digital. Este periodista no ha estado ajeno a la polémica y no faltan los esfuerzos por apoyar la corriente pero las opiniones cada vez se polarizan más porque la utilización hoy en esta isla dista mucho de los primeros tiempos en que comenzó a proliferar.
En sus inicios se solían respetar las mejores influencias y se hacía producciones de buena calidad, me temo que actualemente no es así. El intento por buscar en el repertorio más reciente un buen tema nacional devino para mí en tarea tan o más complicada que buscar una aguja en un pajar.
Cualquiera suscribiría que una buena canción es aquella que melódicamente aporta algo diferente, agradable y en cuanto a la letra trasciende a la rima vacía y forzada para recrear una situación que transmita algún mensaje.
Pero en esta definición no cabe el reggaetón cubano, particularmente el que más se ha popularizado, pues la regla es un producto de rápida y mala factura, vacío, recurrente y repetitivo que molesta al oído: advierto que le género no me desagrada, solo que de la mano de estos cubanos muchas veces autodenominados como mejores exponentes del género se convierte en una falta de respeto a la tradición musical cubana, un referente en el mundo.
Lamentablemente a la guapería, la pesadez y el egocentrismo entre nosotros se le está llamando música y como público al fin llevamos buena parte de la responsabilidad en el asunto. Como consumidores finales de este producto jugamos un rol decisorio en el éxito de muchos que hacen carrera musical en este género y quiero hacer la salvedad porque no todos son malos.
Seguimos colmando cuanta presentación se organiza para escuchar una sarta de insultos a la condición y a la inteligencia humanas, ejemplos abundan. La situación trasciende más allá de lo permisible.
Como jóvenes deberíamos dejar de idealizar a regguetoneros cuyo objetivo parece ser enriquecerse a costa del menor esfuerzo posible, de corroborarlo se encargan ciertas canciones que recurren a términos denigrantes para la mujer o inculcan comportamientos que distan mucho de los valores con los que hemos crecido.
Hay otros géneros que se han dejado arrastrar por la tendencia de crear más sin importar que tan bueno es el producto final, pero es indudable que al menos este reggaetón sobrepasa los límites de lo ético. No me parece que Wissin y Yandel o Don Omar vean con buenos ojos lo que aquí se interpreta bajo la etiqueta de este género. No caben dudas de que los propios exponentes saben lo que hacen, de lo contrario no calificarían sus obras de masacre musical, una denominación tan acertada como la que nos regala el Micha: “Aquí se hace mucho con poco”.
Alejandro Hernández Chamizo.